Si Pitágoras hubiera aprendido cómo se llevan a cabo las lecciones de matemáticas en el siglo XXI, se habría puesto boca abajo en un ataúd. Un maestro emprendió un nuevo método de enseñanza si, a través de su cuerpo, decidía despertar un interés indescriptible en el chico del tema, pero al final solo excitaba su pene.